Este post es mi reconocimiento a unos pocos elegidos, esos que pueden ver sin necesidad de mirar, aunque a decir verdad, quien me inspira estas líneas es una de mis lectoras fieles, que hoy cuenta con más de 90 años, la Sra. Isabel, madre de Mercedes, Isabel y Rocio.

Todos llevamos cruces, para cada uno la nuestra es la más pesada, siempre lo nuestro es peor que lo del vecino. Ayer, me decía un amigo:

– Ángel, ocúpate de limpiar tu jardín y olvídate del jardín del vecino.

¡Qué razón tenía!, y ¿saben por qué? porque ante una situación personal en la que me sentía agredido, despreciado y triste, yo estaba mirando con los ojos del cuerpo y no los del alma.

Los ojos del alma son esos que ante un problema, no piensan en lo que ganan o pierden, simplemente nos ponen en marcha.

Yo te pregunto: – ¿vivirías con alguien como tú?

Si la respuesta es la que espero, dejemos de mirar con los ojos del cuerpo y comencemos a mirar con los del alma como hace la Sra. Isabel, que sin verme, ya conoce más de mí que muchos otros con los que comparto mesa y mantel con frecuencia.

Ver desde los ojos del alma, es sentir lo del otro, pero con una salvedad, de que esos ojos, no buscan compensación como lo hacen los del cuerpo.

Yo no sabía lo que era la humidad hasta que no me dijeron que es la derrota total de la voluntad propia por la del poder superior, también se puede decir que derrota es la aceptación de lo que sucede sin sufrimientos o aditivos añadidos por nosotros, ll que está claro es que la humidad es una cualidad reservada para los que ven el mundo con los ojos del alma, esos que nos permiten conectar a miles de kilómetros de distancia con un verso, una idea o la ilusión de otra persona.

Cuando dos almas se alinean, no hay distancia, todo fluye en el baile de la vida, ese que nos hace estar unos segundos rozando el cielo aquí en la tierra.

Isabel: Rece por mi y gracias por todo.