Me viene a la mente el caso que saltó a la prensa sobre el supuesto dieselgate del grupo Volkswagen y sus supuestos manipulados en los datos de emisiones de los coches. Antes de suceder esto, para mí, esta marca alemana estaba en un nivel top, pero a raíz de lo que hicieron ellos, todo se vino abajo en mi mente son respecto a todos sus productos y submarcas.
Una vez oí una frase que viene a cuento: “No me duele que me hayas mentido, me duele que no puedo volver a creerte”.
Entremos en faena. La comunicación en una herramienta que nos sirve para influir en nuestros clientes potenciales y actuales, pero mal usada, es decir, con una intención impura, como diría San Francisco de Sales, no tendrá buen final. Si no ponemos en el centro de lo que hacemos a los otros, tenemos el riesgo de que esta herramienta trabaje solamente para la cuenta de explotación y los dividendos, olvidándonos del pilar invisible “El Prestigio”, algo que se tarda mucho en construir y poco en destruir.
No vale todo, no a cualquier precio, el mercado lo descontará.
Hace dos años volvía a ver un anuncio de la marca alemana en el que se decía que uno de sus coches híbridos, gastaba cerca de 2 litros, todo ello en letras grandes en publicidad exterior, y yo que sé poco de todo, pero de coches un poquito más, sé que eso era poco verdad, o sea, lo volvieron a hacer, no contaban todo y utilizaban otra vez el marketing para vender más a cualquier precio, pero lo único que conseguían en mi cabeza era que su prestigio, ya de por sí por los suelos, se viera de nuevo pisoteado.
Sé que es difícil en tiempos complejos no mentir, porque comer hay que comer, pero como decía la madre de Forest Gump:
- “Para vivir hace falta muy poco, el resto es para presumir”.
Pongamos el marketing al servicio del cliente y no al de la cuenta de explotación, ya que el dinero debería de ser la consecuencia de un servicio prestado.