El titular de hoy vale para los negocios y para la vida. Aunque nos tiramos media vida diciendo al otro cómo tiene que hacer las cosas,»Consejos vendo que para mi no tengo» dice el refranero español, al final, nadie somos perfectos, nadie lo tiene todo, y sin embargo, todos tenemos cualidades inimitables. Por otro lado, si nos pasamos la vida intentando agradar a todos, es posible terminar por no agradar a nadie, porque una cosa es servir y ayudar a todos los que puedas, y otra bien distinta es hacerlo para buscar aprobación o evitar el rechazo, creo que eso es perder el tiempo.

La publicidad que es tibia, tiene un efecto bueno y uno malo, el bueno es que no molestará a nadie, pero el malo es que muy posiblemente no importe a nadie. Sé muy bien lo que digo. A partir de los 40, nuestro disco duro no graba, y para meter información nueva hay que vaciar el vaso y volver a echar lo que hemos sacado, digamos que la esponja se va convirtiendo en piedra.

Una vez me dijo una amiga:

  • Angel, yo no soy un pivón, pero tengo mi público.

Si les vale la frase, genial.

No veremos personas con brazos escayolados, hasta que no nos escayolen el nuestro, no veremos Síndromes de Down, hasta que no haya alguien en nuestro entorno así, no vemos audífonos, hasta que no tengamos que cambiar las pilas del audífono de alguien de nuestra familia con frecuencia, no veremos embarazadas, hasta que no nos embarazamos.

Todos, tenemos siempre el deseo de pertenencia a algún grupo, y siempre es aspiracional, ese deseo se despierta a través de la «crear expectativa», pero no son matemáticas. Nosotros creamos una comunicación para crear esa expectativa, y unos se verán impactados por ella, otros se enfadarán pero la verán también y su cerebro la registrará, y los últimos ni siquiera lo verán, la peor opción. 

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 18, 9-18

Cuando estaba Pablo en Corinto, una noche le dijo el Señor en una visión:

«No temas, sigue hablando y no te calles, pues yo estoy contigo, y nadie te pondrá la mano encima para hacerte daño, porque tengo un pueblo numeroso en esta ciudad».