A partir de este sábado, solo compartiré post de lunes a viernes, eso no quiere decir que no escriba el sábado, pero no os voy a dar la matraca también en fin de semana, el que quiera que me busque. Solo lo comparto mis post con “mi primer línea”, es decir, personas de mucha confianza, pero tampoco quiero ser cargante “en exceso”. Quería que quedara constancia y así también me lo recuerdo a mí, porque escribo, me emociono y no mido.

Hoy escribiré sobre lo importante que ha sido en mi vida «pasar la mano por el lomo de las personas que nos rodean cuando toca» y por contra, y eso es pura deducción, el daño que me han hecho cuando no he sido valorado.

Si hablan con un hipnotista, les hablará de hipnosis conversacional, si hablan con un psicólogo les hablará de refuerzo positivo y si hablan con un vendedor de primer nivel, les hablará de la fuerza del reconocimiento. En los tres casos es lo mismo, «la acción dirigida a aumentar la confianza en ellos mismos y en nosotros como fuente positiva en su vida».

Cuando tenía el negocio de multinivel con la empresa estadounidense Herbalife, la herramienta más poderosa de motivación que teníamos era reconocer el buen trabajo de alguien. Yo por un pin como el que está en la foto de este post, era capaz casi de matar. Eso de verme delante de 2.000 personas en el Palacio de Congresos de Madrid y sentirme único, especial en el momento en el que te imponen una condecoración, que su único valor es emocional, es un narcótico extremadamente eficaz. El Presidente del multinivel que entonces estaba en España, Juan Carlos Martinez, siempre nos decía:
– No sabéis lo que es capaz de hacer una persona ilusionada.
Así que tanto en la familia, con los amigos o en los negocios, utilicemos más nuestra capacidad para influir en los demás de un modo positivo, es un principio inalterable por el paso del tiempo o por el aumento de las tecnologías, se lo aseguro, además es sanador.

Como creo que menos es más cuando lo menos tiene sustancia, hoy no escribo más.

Buen sábado.
Jueces 9,26 Gaal, hijo de Obed, vino a Siquén con sus hermanos y se ganó la confianza de los siquemitas.