Por circunstancias que no vienen al caso, este miércoles asistí a una misa en un barrio de Segovia, así que les describo la situación. El párroco que oficiaba, no podía ser más espeso, lento, cansino, aburrido, sin sustancia (como dice mi madre), vamos que, entre la mascarilla, el ritmo de su voz hipnotizante y el calor que hacía, había que hacer verdaderos esfuerzos para no dormirse. Salí muy indignado y cabreado, y pensaba yo:
- Con tipos así, es difícil aumentar la Fe.
Esa misma tarde, Diosidades de la vida, me llamaba mi amigo D. Juan Carlos, cura de pueblo, como dice él mismo, y yo le contaba lo que había acontecido, además, aproveché la llamada para cargar contra otros compañeros suyos criticándolos y alabar a los que me gustan más, ¿Cuál creen que fue su respuesta?, demoledora:
- Ángel, todos tenemos cosas que mejorar.
Me dejo clavado, un K.O en el primer asalto, yo, que en ranking de pecadores ando siempre en el Top 10, o sea que no puedo ser más imperfecto y pecador ser humano, me atrevía a juzgar el trabajo de otra persona sin conocerle, sin saber su estado de ánimo, o el día que había tenido, pero mi soberbia estaba ahí, a flor de piel, y es que:
- Por la boca siempre sale, de lo que está lleno el corazón. (la frase no es mía).
Cuanta soberbia tenemos cuando juzgamos, lo hacemos sin conocer, sin saber, sin criterio más que el EGO, el YO, el PARA MI MÁS Y MEJOR, así va el mundo, y luego criticamos libremente a políticos, vecinos, compañeros, etc…
Cuanto camino me queda, cuantas piedras que pisar, cuantas veces que caerme y otras tanta por levantarme, porque no sé ustedes, pero yo, aunque me sé la teoría, la práctica es lo único que me enseña, y el miércoles me quedé con directo a la mandíbula de este cura de pueblo cuando me dijo:
- Ángel, todos tenemos cosas que mejorar.
Así que perdón, perdón y mil veces perdón. !Cuánto tengo que parar, cuánto tengo que callar, cuánto tengo que construir!.
Segundo Libro de los Macabeos 9, 7
Pero todavía no desistió de su soberbia. Es más, rebosando arrogancia, respirando contra los judíos el fuego de su cólera, mandó acelerar la marcha. Pero se cayó del carro cuando corría a toda velocidad, y con la violencia de la caída se le dislocaron todos los miembros del cuerpo.