Hoy, quiero escribir sobre un amigo especial, se llama Carlos, le encantan los coches, como a mí, pero él vive de ello y es cuarta generación de vendedores de coches, su bisabuelo ya andaba en la compraventa de carros y aperos en Tierras de Gacería. Carlos, tiene algo difícil de encontrar en el mundo de los negocios, y es, su extremada vocación de servicio y tener siempre para sus clientes, el mejor producto al mejor precio. Digamos que trata sus clientes como si fuera amigos de toda la vida.
Mi amigo Carlos vende cientos de coches todos los años, nuevos, usados, grandes, pequeños; y todos, desde un pueblecito segoviano que apenas supera los 3.000 habitantes, pero en su cabeza todo es fresco y sin límites, si ves su web, es nivel top, si ves su empresa e instalaciones… ¡cuántos de las grandes ciudades les gustaría tenerlas!, pero no solo por los medios de los que dispone, sino por enfoque, Carlos, con apenas 30 años, hace del cliente su centro de vida, no hay nada que le digas a lo que te conteste “no”.
Carlos me da paso para hablar hoy del “Si” y el “No” o peor aún, la callada por respuesta o la respuesta indeterminada de la mayoría de comerciantes. Preguntes lo que le preguntes a este joven segoviano, siempre tiene una sonrisa en la boca y un sí como respuesta, nunca hay problemas con él. Esto, no quiere decir que internamente sea fácil, no digo eso, digo que sus problemas no los traslada a los clientes a modo de malas caras, malas contestaciones o sencillamente, no prestando ayuda a cosas a los que muchos, no darían importancia, simplemente por comodidad.
Hoy este post va para todos aquellos genios de provincias, esos genios que con más imaginación que recursos, hacen de sus empresas un lugar de culto para los que nos gustan las cosas bien hechas, este joven es, como digo algunas veces, un oasis en el desierto, aunque de casta le viene al galgo.
Eclesiástico (Ben Sirá)
Honra al Señor con generosidad y no seas mezquino en tus ofrendas; [8] cuando ofreces, pon buena cara, y paga de buena gana los diezmos