Hoy no hablaré de pescado pero si de mi pescadero. Se llama Paco, lleva toda la vida en el oficio, como tantos, lleva toda la vida atendiendo gente, como tantos, lleva toda la vida viviendo de lo mismo, como tantos; pero hay una cosa por la que yo personalmente le compro a él y no a “tantos” y es, el amor que pone en lo que hace.

Cuando voy a comprar y le veo limpiar una simple “Lenguadina”, es puro arte, la forma en la que coge el pescado de la zona de exposición, la manera de ponerlo encima de la mesa de trabajo, y el uso que hace de los cuchillos para sacar dos filetes limpios y dejarme la raspa a parte para un caldo de pescado, puro arte, puro amor, es distinto.

Pues de eso hablaré hoy, lo que llega gratis, hay que darlo gratis, si Dios nos ha dado un Don, y lo hemos convertido en Gracia, es decir que vivimos de ello, pues úsalo con buen agrado, y ponlo a servicio de los demás, porque además de que será rentable en un mercado deshumanizado, un mercado que distingue razas y colores, un mercado que esquilma hasta sus fuentes de vida; esto, es puro equilibro natural y nos dará hasta más salud.

No tiene mérito hacer lo que nos gusta, pero si tiene mérito hacerlo de un modo extremo en relación al placer que recibe el otro al tener eso que hacemos para él, y ya no digo nada el hacer lo que nos gusta con agrado para el que nos disgusta…

  • En un artículo de hace meses decía: “No pongas el taxímetro”, pues es un poco lo mismo.
    Una persona que entrevisté me dijo, mi familia es lo más importante de mi vida y por ello “mi trabajo es sagrado”.

Pero lo uno y lo otro hecho sin amor, sin eso que sale de dentro, eso que evita que echemos las cuentas al otro, como dijo el evangelio: si yo he pactado un denario contigo y has venido a trabajar a las 9:00 y con otro he pactado un denario y viene a trabajar a las 12:00, los dos deberían de estar contentos, pues no, el primero echa las cuentas al capataz y le dice que por qué le das al segundo lo mismo que a él habiendo trabajo más que el segundo. Somos así. Todos. Ese es el reto de la vida, cambiarlo.

Buen día

Mateo Capítulo 20, 1-16

[1] El reinado de Dios se parece a un hacendado que salió de mañana a contratar braceros para su viña. [2] Se apalabró con ellos en un denario al día y los envió a su viña. [3] Volvió a salir a media mañana, vio en la plaza a otros que no tenían trabajo [4] y les dijo: Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido. [5] Ellos se fueron. Volvió a salir a mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. [6] Al caer de la tarde salió, encontró otros que no tenían trabajo y les dijo: ¿Qué hacéis aquí parados todo el día sin trabajar? [7] Le contestan: Nadie nos ha contratado. Y él les dice: Id también vosotros a mi viña. [8] Al anochecer, el dueño de la viña dijo al capataz: Reúne a los braceros y págales su jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. [9] Pasaron los del atardecer y recibieron un denario. [10] Cuando llegaron los primeros, esperaban recibir más; pero también ellos recibieron un denario. [11] Al recibirlo, protestaron al hacendado: [12] Estos últimos han trabajado una hora y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado la fatiga y el calor del día. [13] Él contestó a uno de ellos: Amigo, no te hago injusticia; ¿no nos apalabramos en un denario? [14] Pues toma lo tuyo y vete. Que yo quiero dar al último lo mismo que a ti. [15] ¿O no puedo yo disponer de mis bienes como me parezca? ¿Por qué tomas a mal que yo sea generoso? [16] Así los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos