Imagínese una casa, en ella está todo aquello que forma parte de aquello que es esencial en su vida: su salud, su familia, su vocación. Ahora, imagínese que esa casa, tiene una finca, y ahora ponga en ella todo aquello que hace su vida mejor: sus amigos y aficiones. Todo esto forman parte de nuestra vida en esencia. Es lo que tenemos.

Sigo.

Toda la finca está rodeada por un perímetro que la protege, ¿de qué?; de todo aquello que nos hace daño, con independencia de su atractivo, ¿a qué me refiero?, pues a personas y a cosas. Todo aquello que nos hace mal a nuestro cuerpo o nuestra mente, en definitiva, a nuestro ser. Es lo que ansiamos desde el ego.

A veces, eso de fuera es más atractivo que lo de dentro, pero pasado el tiempo y por no haber sabido renunciar a ese «algo» de fuera, perdemos todo lo de dentro. La renuncia voluntaria es ganar, aunque parezca perder. Cuando salimos fuera, nos arderá el alma, aunque sé muy bien que a veces necesitamos salir y perdermos para aprender y ver todo lo bueno que ya tenemos.

Eclesiástico 13, 25-26
El corazón humano hace mudar semblante para bien o para mal: 
rostro sereno es señal de buena intención, 
hablar por rodeos es señal de mala idea.

Feliz Cuatrojunio