Un día del mes de noviembre del 2019, yo estaba en la puerta de la casa del párroco de mi pueblo esperando para llevarle a un pueblo cercano al nuestro para celebrar Misa. Al entrar en el coche, y no sé muy bien por qué, le dije:
- Esto va a explotar, el mundo no puede seguir así.
Además, esto que ahora les cuento, ya lo he sentido y vivido en otras dos ocasiones. Primero siento una sensación de flotabilidad, es un momento en el que veo que todo se sostiene con alfileres. No es alquimia o profecía, sino fruto de la observación, no estoy opinando, solo les cuento hechos, los míos.
Ves que la gente va a trabajar por ir, nos da igual ya el trabajo, el compañero y dejamos de valorar todo, estamos tan saciado de todo que ni los sueldos no se adecuan al esfuerzo individual sino a una tendencia global, los casos de corrupción en la sociedad proliferan y saltan a los medios de comunicación, ves eventos llenos de miles personas, pero no fruto del pensamiento individual, sino fruto de una tendencia colectiva a la autosatisfacción insaciable, el hombre deja de ser hombre y pasa a ser oveja, y que me perdonen los animales.
En 2010 fue la caída de la banca a nivel mundial, en 2020 es el Covid, entre medias pandemias en el tercer mundo a las que nadie presta atención, y entre tanto también, miles de personas tratan de llegar a países más desarrollados que cierran sus fronteras en busca de oportunidades que estos mismos amputaron en sus países de origen.
Reflexión de un Laico
Sinceramente, no sé si el Covid19 y los 22.000 muertos en España en apenas dos meses, es una enfermedad o un remedio, pero también les digo una cosa, tengo otra sensación. El castigo no termina aquí para los de nuestra generación. Esto, solo acaba de empezar, pero solo es otra sensación.
Ya nos perdonaron una vez todos nuestros pecados, y van a tener que ser vueltos a perdonar. Empezando por los míos.