La Autocomplacencia y yo somos socios desde hace años, y sabiendo que es una mala asociación, sigo haciendo todavía muchos negocios con ella. Siempre pierdo, aviso. Lo contrario a la autocomplacencia es la renuncia voluntaria. Menuda palabra, es una de las cosas más difíciles en las que he trabajado y trabajo en mi vida, algunas veces con éxito, pero la mayoría no. Renunciar a algo por obligación es fácil, es la vida la que nos obliga a aceptar el cambio, pero incluso en esta situación, ni siquiera aceptamos las pérdidas, aunque el médico, el psicólogo, el párroco o nuestra madre nos diga:

– Si no deja de fumar, podría tener problemas de salud.
– Si practica sexo con desconocidos sin seguridad, podría contraer EFS.
– Si usa el whatssap conduciendo, tiene riesgos de tener un accidente.
– Si no va a ver a sus padres, tal vez el día que vaya a verles, ya no estén ahí.
– Si come con exceso de grasa, el riesgo de infarto aumentará.
– Si toma dulces con frecuencia, aumentará el riesgo de diabetes.
– Si no comparte, no tendrá nada.
– Si se aprovechas de su poder, tendrá que rendir cuentas.
– Etc..

Todos nos sabemos la teoría, y seguro, que de la relación anterior, en alguna le he cazado, yo doy positivo en varias y es que la renuncia voluntaria es tremenda, es uno de los retos más difíciles y a la vez, más beneficiosos para los seres humanos que he conocido últimamente, pero !madre mía!, lo que cuesta. De ello quiero hablar, de la dificultad de ser mejores a través de la renuncia voluntaria y de los beneficios que tiene, y digo bien, beneficios, y que a veces, no terminamos de ver.

A veces, no vemos compensación en la es renuncia voluntaria, al menos no una compensación que nos haga hacer un cambio duradero en nuestros malos hábitos. Nuestro cerebro nos pide nuestro chute diario de dopamina, serotonina, oxitocina, y nuestros hábitos hacen que busquemos el chute en las rutinas conocidas, aun a sabiendas que nos hacen mal.

  • Como decía San Agustín: – Cúrame Señor, pero mejor mañana.

Si aspiramos a lo de aquí, el amor por los demás no tiene hueco. Dicen los textos sagrados una frase demoledora:

  • Por tu boca sale, de lo que está lleno tu corazón.

¿De qué nos llenamos? ¿de lo que nos hace libres, o de lo que nos esclaviza?. Ahí está la clave. Lo que nos perjudica, pero nos gusta, nos hace esclavos, no es un tema de pecar o no pecar, no es un tema de hacer algo legal o ilegal, sino de la dependencia que nos crea la autocomplacencia y del daño y la falta de amor por la vida que tenemos en nuestro interior al hacer eso que sabemos que no debemos hacer, y por extensión, el dolor que podemos ocasionar a los que nos rodean. Esta actitud es un boomerang que vuelve siempre y nos golpea, lo sé porque tengo varias cicatrices en mi cuerpo fruto de esta actitud.

Yo, estoy en búsqueda, como usted, cada día peleo por conseguir tener esa calma permanente que otorga el dar y no el coger, esa calma permanente que da el servir y no el servirme, esa calma permanente que da el perdonar y no el culpar.

Niégate, toma la cruz y sígueme (Mateo 16 21-26)