Ayer, hablando por teléfono con el cura de mi pueblo, D. Juan Carlos, comentábamos la situación que todos estamos viviendo, no sé la razón, pero me venía a la cabeza el terremoto de Ecuador del 2016, y le dije de una manera espontánea:

  • Después de la poda, todo será más bonito.

No me digan por qué lo hice, pero fue lo que sentía. Siento que nos van a cortar muchas ramas, y cuando veamos como quede el árbol, será desolador, como pasó en Guayaquil en 2016, en el Hogar de la Sierva, una congregación española en la que fallecían varias chicas, pero una de ellas era muy especial por su radical conversión, la hermana Clare Crocket.

A raíz de aquel hecho, que entonces fue de destrucción y desolación, hoy, tienen un lugar mucho más bello, mucho más habitable y mucho más seguro, además, la congregación a través del testimonio desgarrador de lo que allí sucedió, vio cómo su popularidad, que no fama vacía, subía, y todo gracias a una gran penitencia, y es que, «Sin Penitencia, nunca llega el Día de Pascua», ni en lo individual, ni en lo colectivo.

¿Qué es lo duro de La Penitencia? La poda, esa amputación que sufrimos de cosas que estamos acostumbrados a usar, ver o tener; eso es lo realmente duro, el desprendimiento de lo viejo para dejar paso a lo nuevo, pero solo es miedo a lo desconocido. Hay un día que parece que no puedes más, nuestro cerebro va cómodo en zona de confort, es un perro, pero al día siguiente descubres que tu vida pasada, esa que tanto creías necesitar, y el posterior sufrimiento por la caída, en realidad era un camino para una vida mejor.

Os dejo en enlace de un video, que para mí es delicioso, y que describe lo que quiero expresar con palabras.

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