Este es uno de los post más difíciles que he escrito hasta ahora. Ayer, hablaba con un cliente y amigo, me contaba que uno de sus negocios, en el que tenía mucha ilusión cuando lo adquirió, si antes de la crisis tenía dificultades para mantenerlo, ahora era imposible de sostener y se podía llevar por delante el esfuerzo de 4 generaciones. Tremendo.
Esta misma situación ya la viví hace 30 años cuando me dedicaba al mundo financiero, sucedía lo mismo, trabajé en una empresa muy rentable, pero cuando abrieron otro negocio para seguir creciendo, llegó la crisis de los 90, intereses al 19%-23%. Les aseguro que la sensación de que trabajar como un mulo para nada es muy dura, es como luchar contra corriente con un río bravo, llegas a extenuarte, no solo económicamente, sino que también física y emocionalmente.
Hablando de lo mismo, he conocido en los últimos años, en mi ciudad, a un empresario muy popular, de esos que pensabas:
- A este no se le acaba ni tirándolo.
Pero más de lo mismo, abrió otro negocio para seguir haciendo lo que sabía, crecer, y perdió hasta el último euro, era algo surrealista.
En los tres casos que menciono, los tres son tipos listos de “cojones”, los tres eran expertos en sus negocios y por lo tanto con una intuición muy desarrollada, pero.. ¿Qué paso?
Me remontaré al principio de incertidumbre de Eisenberg, premio Novel en 1931, ya hablé de ello en 2012, en mi tercer libro “La fórmula del destino” y es que hay una parte de la vida, que por mucho que pretendamos controlar, por muy pragmáticos que seamos, no vamos a ejercer ningún control sobre ella, es pura física para los físicos, o es pura “míntica” para los más mentales, ¿y para los cristianos o personas espirituales?, bueno, para los cristianos, es otro cantar, sabemos que nada está en nuestra mano y que solo pensar en perder o ganar en esta vida es un sencillo problema de falta de fe. El desapego, saber perder, el saber empezar de nuevo, es una vacuna muy efectiva para emprender.
Ayer, a este amigo y cliente, le dije esto, él me lee y lo sabe:
- No gastes ni un minuto de tu tiempo en ese negocio de grandes pérdidas.
¿Por qué le dije esto? Pues porque solo es el tiempo lo que convertimos en dinero, y el tiempo, como dice mi amigo Juan Yagüe, nos lo regalan, pero no porque nos lo regalen lo tenemos que despreciar y usarlo en cosas que no dan trigo. Es más, le dije:
- Abogados, y dale una patada.
Sé muy bien de lo que hablo. Cuando yo tenía 23 años, tuve una discoteca que me llevó por delante a mí y casi a la persona que me firmó el crédito para montarla, y el día que decidí cerrarla, ese mismo día, asumí las perdidas y con ello me quité parte del sufrimiento, entonces tenía 23 años, y terminé de pagar mis deudas con 30 años, así que, como digo, sé muy bien de lo que hablo. Mientras mis amigos iban a esquiar todos los fines de semana y no tenían límites para tomar copas o ir de vacaciones, yo tenía dificultades para algo tan sencillo como llenar el frigorífico o pagar el alquiler, de esto, mi hermano Alberto en especial, mis amigos Dani y Alberto y toda mi familia, saben muy bien de lo que hablo, lo vivimos juntos.
Fue mi master en supervivencia extrema.
Espero que les sirvan, la experiencias vividas.
Aprendan a desprenderse de las cosas, nada de lo que pasa en esta vida es perenne, por lo tanto, una última frase les doy:
- Ocúpense hoy de las cosas de hoy, porque mañana no sabemos si estaremos.