En este post, me da igual que seas un empresario o un vendedor, va para los dos casos. A veces, y más en estos días que nos tocan vivir, aunque creo que va inherente al egoismo humano desde el principio de los tiempos, o sea, que no es de ahora; tenemos la tendencia a apuntar todo, lo que hacen o no los empleados con la empresa, sobre todo ahora con los sistemas de control por geolocalización o cámaras y lo que hacen o no los empresarios con el empleado a través de las comparativas con compañeros o simplemente cuando echamos las cuentas o valoramos la vida «que parece» lleva el empresario, pero como me decía un empresario una vez:

-Angel, mucha luz en la farola, y el caldero con agua sola.

Creo que el punto de mira es más eficaz si nos enfocamos en la felicidad del empresario, si somos empleados, o en la del empleado, si somos empresarios; está claro que lo primero que debe de haber es un compromiso por el proyecto, y el proyecto debería de ser sentido en común por todos, eso que llaman los teóricos, «sentimiento de pertenencia a la marca», a partir de ahí, los magos de esta técnica son los empleados y empresario de «las empresas familiariares», esas que sienten como propio el dolor de un padre por el problema del hijo de un empleado o el empleado que sufre cuando la empresa no pasa un buen momento, eso es «Comunición», eso si es futuro, porque se crece como familia y no como unidad de producción o centro de costes.

Por eso digo, menos contador y más enfocarnos en el otro, en el dolor del otro. Quitando dolor, abriendo la mochila de los problemas que todos llevamos y en la que caben muchos problemas de otros, nos hacemos ricos, y nos solo ricos en dinero, que también, sino ricos en vida y en felicidad.

 

«En la vida ganas lo que das, y pierdes lo que te quedas».

Autor: Juan Yagüe Sevillano