A veces, el ego nos hace creer que somos infalibles, sobre todo si por nuestra posición o poder, nos vemos obligados a tomar decisiones que afectan a otros con frecuencia, digamos que cuando hablamos mucho, cuando corremos mucho, perdemos la calma, y el alma se resiente, aunque no se queje en ese momento.
Hace unos días, tenía un viaje programado a Estados Unidos, la semana de antes, busque el Pasaporte en el lugar en que habítualmente lo guardo, además, el Pasaporte cuando viajas a USA se vincula al ESTA, es el Visado para este país, y ¿que ocurrió cuando fui a buscarle? No estaba. O sea, el lio montado.
A una semana del viaje, la persona que había solicitado el visado para mí, se enteraba de la noticia. !El listo!, había perdido el Pasaporte. Ahora tocaba correr, a mi y a la persona que me había ayudado a gestionar el Visado de entrada al país, con la preopación correspondiente para las personas implicadas en un viaje de 5 días de trabajo.
¿Qué quiero decir con esto?
Que la frase del Papa Francisco, «no hay humildad sin humillación», tiene todo el sentido del mundo.
Ángel, el visionario, había perdido su Pasaporte y había vuelto loca a un montón de gente que estaba pendiente de que se pudiera volver a gestionar, pero ahora, con sólo 4 días de margen.
Cuando me pasan estas cosas, pienso: – Si fuera más tonto, habría nacido oveja modorra.
Cuando estás acostumbrado en tu trabajo a sorprender, cuando necesitas el reconocimiento de otros como el aire que necesitamos para vivir, lo que en realidad buscamos es el alimento del ego y no del alma, y cuando pasan estas cosas, como perder un Pasaporte a 4 días de un viaje importante, el alma se queda con el culo al aire, ya que el ego se va corriendo, como el amigo cobarde en los momentos previos a una pelea.
Lección aprendida.
!Qué facil es ser más Diablo que Ángel, cuando la vida la ponemos en manos del Ego!