¡Qué mal se gestiona la libertad!, no me refiero a la de movimiento, esa yo no la llevo mal, digo la otra, la que nos hace caer una y otra vez en los mismos errores, a sabiendas, de que nuestras malas decisiones, lo único que nos traen son malas noticias, porque sí, son “nuestras malas decisiones”.

¿Por qué será que sabiendo lo frágiles que somos, nuestra cabeza nos hace creer que no es así,  y tropezamos una y otra vez con nuestra peor versión?

No soy psicólogo, solo observador, y protagonista de mi propia vida, y por ello veo que por mucho que nos digan eso que nos hace mal, es igual, cada cierto tiempo, cogemos la puerta ancha y la cagamos.

Estoy convencido de que la humildad, es uno de los dones más exclusivos que Dios a dado al mundo, aquel o aquella que tienen la “Gracia” de practicarla en su día a día y desde el interior de su alma, aquel o aquella que actúan de forma natural con el conocimiento de saberse débiles ante lo de aquí, son los verdaderos elegidos, son la luz, son la referencia en la que todos nos deberíamos de mirar, pero, ¡Cuánto cuesta! A mí, la vida.

Solo conozco una manera eficaz de trabajar la humildad, la oración continuada, no estoy hablando de una religión o de otra, hablo de la introspección, busquen la que más se adapte a ustedes. Si con la situación que estamos viviendo, no sabemos ver la maravillosa oportunidad que tenemos para trabajar en nuestro interior y mejorar nuestra forma de actuar, estaremos abocados a una segunda “Plaga” y así sucesivamente.

Cuando pierdo la calma, es cuando dejo de practicar la humildad, y entonces entro en un estado mezcla de ansiedad y aburrimiento, luego oigo una vocecita me dice: ¿Por qué no te entretienes tú, y te olvidas de los demás un ratito?, y ahí estas cogido por los “cataplines”, ya es solo es cuestión de horas el liarla, y que cada uno entienda liarla como le dé la gana. Por eso, os dejo esta cita de Evangelio de Mateo, que no es para vosotros solo, sino también para mí mismo, así no se me olvida, una vez más.

Del santo Evangelio según san Mateo 16, 24-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del Hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del Hombre con majestad.