Estamos a punto de ver la luz, estamos a punto de que nuestra vida vuelva de nuevo al camino del que un meteoro llamado Covid-19 nos sacó hace un año, y lo más importante, estamos a punto de decidir cómo queremos vivir la vida que nos queda.

Unos volveremos con ansias de poder a comer el pastel sin tocar los entrantes, otros, comeremos todos los entrantes con hambre voraz y no nos quedará espacio para el resto de platos, y unos pocos, los elegidos, picarán un poco de cada uno de los platos hasta que el estómago les deje de doler, respirando, observando alrededor a sus compañeros de mesa, tomando el alimento con prudencia, como si fuera medicina, como si tuvieran que dejar comida para muchos más que vienen detrás de ellos.

Estos últimos, saben que el único pan que sacia es el pan de la renuncia, ese pan que hace confiar en que todo lo que viene se debe de aceptar, lo bueno con agrado y lo malo con resignación, pero lo uno y lo otro sin quejas, sin discusiones, con entrega total y servicio a los demás. Por muy rara que sea nuestra empresa, si damos todo sin esperar nada a cambio, el pago será abundante, porque el que nada espera, cualquier pago le hace rico.

¿Por qué escribo esto?

Porque tenemos otra oportunidad, una oportunidad de enmendar errores pasados, a nivel invidual y como raza, y como cada uno aprendemos de maneras distintas, quiero recordarme ahora, que todos tenemos la opción de definir de qué bandeja cogeremos el pan que comeremos, y el vaso del que beberemos.

Callar, escuchar, renunciar, ayudar, perdonar, entregar; todos estos verbos, y otros similares, son acciones que requieren del abandono en uno mismo y de la entrega al otro, requieren tambien de la medicina más abundante pero más escondida del mundo, «el aprecio sincero».

Nada está en nuestras manos, y cuanto más poder creamos tener, más se ceñirá la soga sobre nuestro cuello, y un día, porque eso llega, te lo aseguro, alguien vendrá y dará un puntapie al taburete sobre el que se apoyan nuestros pies, y entonces, no habrá marcha atrás, porque la soga estará tan cerrada que no nos dará tiempo ni a despedirnos.

Como dice un amigo mío y buen cura de pueblo: – Ángel, morimos como vivimos.

Buen miércoles de ceniza, hoy es un día de oportunidad, hoy es un dia de redención.