El ser humano ha creado y luego alimentado un «monstruo» llamado «Mercado». Este monstruo, cada vez es más voraz, cada vez cambia de gustos con más rapidez, y eso hace que corramos como pollos sin cabeza y hagamos de nuestras vocaciones, profesiones, algo que sin duda nos termina haciendo daño. La capacidad de respuesta a los cambios de gustos del monstruito tiene premio, pero ojo, puede estar «envenenado».

¿Se puede evitar el envenenamiento?

Pienso, y con ello no pretendo llevar razón, que hay un tipo de empresario que crea su negocio de forma endógena, es decir, puramente vocacional, el éxito es una consecuencia a su manera de sentir y vivir, es el pago de sus clientes, y por supuesto, llega acompañado de dinero en la mayoría de ocasiones, o de satisfacción personal en otras, tanto monta, monta tanto.

Sin embargo, hay otro tipo de empresarios, son lo que buscan el éxito como medio para un fin, su ego, es una concepción filosófica «exógena», ponen el foco en el reconocimiento, en el coche que me voy a comprar, en la casa que me voy a comprar, en el dinero que voy a tener en el banco, en el circulo de «amigos» con los que me voy a relacionar. Por ello, son capaces de pagar un alto precio, incluso anteponiendo el ansiado éxito a su salud o a su familia. Son aquellos que dan valor a sus productos o servicios, pero desprecian el valor de los productos y servicios de proveedores y colaboradores.

¿Merece la pena?

¿Conocen personas sin ese coche, sin esa casa o sin ese glamour tan deseado por tantos, más felices que usted?

Las separaciones, las clases de yoga, el new age, las consultas de psicólogos y el consumo de drogas va en aumento en los países «desarrollados», ¿por qué?. Llega un momento, que perdermos la calma, y luchamos peleas que solo ganaremos con trampas, es como el ciclista que sabe que con pasta y pollo ya no subirá puertos, y entonces piensa, ¿me dopo? ¿trabajo más? ¿me endeudo más? ¿Compro voluntades? ¿miento en mis campañas de publicidad?. Es tarde amigo, nosotros no podemos subir a la velocidad de ese, al que hace no mucho tiempo despreciabamos por falta de ambición, ese al que yo despreciaba, ese que no diversificó, ese que siguió fiel a sus principios, ese que parecía el más torpe del cortijo y ahora me pasa con facilidad mientras yo me dejo la piel para mantener el equilibrio en rampas insignificantes.

¿Quién es más listo?, ¿el tonto o el listo? ¿Para qué queremos hacer negocios? o mejor dicho ¿por qué queremos hacer negocios? ¿nos gusta negociar o nos gusta solo el dinero?

Junio 2019